viernes, 30 de marzo de 2012

12 años


          Todavía estoy temblando -le dice al periodista- así que le ruego si hay alguna desprolijidad en mi relato, me disculpe.
-No hay problema, le entiendo perfectamente –le responde y enciende su grabadora.

El barrio de clase media trabajadora está revolucionado. Toda la gente se moviliza hacia la casa de la familia Fernández no bien se enteran. La señora de Fernández aún está en la clínica y su médico de cabecera le está haciendo todos los estudios necesarios antes de emitir el informe médico en rueda de prensa.

-Fue hace doce años cuando las dos noticias llegaron juntas –continúa-. Mi esposa había comenzado hacía algunos meses con alteraciones en sus ciclos menstruales, cosa que no era normal en ella, y juntos fuimos a la consulta. Luego de varios estudios de diagnóstico, el ginecólogo reunió todos los informes para analizarlos en junta médica, según nos dijo. La alegría del tan esperado embarazo confirmado dejó paso al segundo diagnóstico paralelo: carcinoma de endometrio hemorrágico.
-¿Qué hicieron al conocer estas noticias?- pregunta el periodista.
-Lo primero que necesitábamos conocer era la viabilidad del embarazo; el médico nos informó que era un caso sumamente raro y que no podía arriesgar ningún pronóstico, lo cierto es que si se sometía a una cirugía, en ese acto se debía realizar un aborto, pues se extirparía todo el útero. Y si se le aplicaba un tratamiento quimioterápico por drogas o por rayos, el bebé moriría.

Los rumores sobre el motivo son inciertos, hay muchas versiones. Pero todos coinciden en que el viaje que realizaron al interior era considerado como la última chance. Estaba muy débil y pálida y muchos en el barrio no aprobaron que el esposo la someta a semejante esfuerzo. Lo cierto es que nadie los vio regresar, sino que, según dicen, llamaron desde el móvil para avisar que se dirigían directamente a la clínica.

-¿Qué decisión tomaron?
-Nos fuimos a casa sin avisarle a nadie nada de lo conversado en la clínica. No podíamos ni queríamos hablar con nadie. Nuestro dolor era muy grande. A la madrugada, mi esposa me comunicó que quería que nuestro bebé nazca, que ella no se sometería a ningún tratamiento mientras durase la gestación. No pude decir nada, no se me ocurría nada. Solo nos abrazamos y nos quedamos dormidos.
        -Fue una decisión arriesgada.
        -Si, pero mi hijo ya cumplió once años.
        -¿Qué hicieron luego del nacimiento de su niño?
        -Como durante el embarazo el tumor no creció y permitió el normal desarrollo del bebé, mi esposa quiso amamantarlo lo que más pudiese. El sangrado no era muy profuso, pero sí continuo. Al tiempo reiniciamos las rondas de consultas e interconsultas médicas, pero ninguno daba certeza sobre el tratamiento a seguir. Ella se sometió a todo lo que le indicaban, pero el tumor se había vuelto intratable, con el agravante de que muchas veces no podíamos continuar la terapia, pues a causa de los grandes costos se nos acababa el dinero rápidamente.
       -¿No tuvieron ayuda estatal? –pregunta el periodista.
       -El gobierno municipal nos daba cada tanto los pasajes y la estadía en la capital, pero últimamente todo lo gastado provino de la buena voluntad de mis vecinos. Se hicieron fiestas a beneficio de mi esposa, rifas, asados, y un sinfín de cosas que promovieron a que muchos quisieran colaborar con dinero.
      -¿Por qué viajaron?
     -Mi cuñado trabaja en una empresa que tiene muchas sucursales distribuidas en todo el país y nos contó que hace una semana, un compañero no vidente de una de esas sucursales lo buscó y regresó sano. Y no es mentira, pues era conocido en toda la empresa por sus habilidades administrativas y, con su discapacidad, hasta aventajaba al resto de sus compañeros de oficina.
     -Cuénteme cómo fue el encuentro.
    -Cuando llegamos en el auto, preguntamos dónde estaba. Nos dirigimos hacia allí, pero a causa de la multitud, debimos dejar el vehículo lejos y caminar. Se hizo largo, pues la debilidad no le permitía avanzar con rapidez a mi esposa. No pudimos acercarnos demasiado, pues una valla y un cordón humano nos impedían el paso. Nos miramos abatidos, pero ella sonrió, sonrió con la misma sonrisa que tenía en su rostro la noche que decidió continuar con el embarazo. Me soltó la mano y de algún modo que a mí me fue imposible imitar, se deslizó entre la muralla de personas, parecía no tener volumen, ser de aire, avanzaba contorneándose y esquivando de tal modo que la perdí de vista.
     -Hasta que regresó.
     -Sí, hasta que distinta, muy distinta, regresó a mi lado. “Lo toqué” me dijo, y las lágrimas llenaron sus ojos.

El Director Médico de la clínica encabeza la comitiva compuesta por el jefe del Servicio de Ginecología y Obstetricia, el Jefe del Servicio de Oncología Clínica y el matrimonio Fernández. Los periodistas se atropellan para lograr la mejor ubicación. Una vez logrado el silencio, el Director informa que según la evidencia científica que obra en su poder, y comparando los resultados recientes con la historia clínica de la paciente, y luego de serios debates en la junta médica formada para este fin, concluimos que la paciente está completamente sana.

Elbio R. Lezchik