miércoles, 31 de julio de 2013

Enrique



Dicen que sucedió cerca de la ciudad de Santiago del Estero, en un caserío donde reina la siesta y la buena vecindad. Y dicen que Enrique estaba bastante mal.

Antes de que el sol cayera a plomo sobre el monte, Enrique emprendió el retorno a su casa para almorzar y dormir la merecida siesta, luego de hachar un lote de algarrobos. El primer dolor en el vientre lo frenó en la tortuosa picada. Sus rodillas se doblaron y su frente sudorosa tocó el polvo reseco. Sus brazos se enroscaron sobre su abdomen como si tuvieran el poder de hacer cesar el dolor, ese espantoso dolor que lo abandonó luego de una larga agonía revolcado en tierra. Se levantó muy débil y lentamente continuó el camino a su casa.  

Y la madre lo vio, o más bien escuchó un grito en su interior que la obligó a salir al sol y correr hacia la picada para ver la angustia de su hijo.

Y el dolor volvió. Su vientre se hinchó y la fiebre competía con la temperatura del sol. Ya no quería ni tomar agua. A la siguiente mañana, envuelto en un dolor tremendo, Enrique murió.

Todo fue tan rápido, que la noticia de la rara enfermedad de Enrique aún no había recorrido toda la colonia, cuando la novedad de su muerte llegó a oídos de todos.

Murió Enrique y la compasión del pueblo se volcó hacia Doña Juana, su madre viuda, que no es muy mayor, pero el monte y la vida le marcaron tanto el cuerpo y el rostro, que todos los niños siempre la han llamado Nona Juana.

En la capilla se organizó el velatorio. Familiares, ninguno, ya no le quedan. Vecinos, todos y siempre cerca. Al caer la tarde cuando cede un poco el calor y las sombras se alargan, en procesión salen del pueblo hacia el cementerio. Sobre una chata tirada por dos caballos llevan el ataúd cerrado. Doña Juana no ve nada, camina por instinto, detrás del murmullo de las ruedas, rodeada por todos, con los ojos llenos de lágrimas, ciegos de dolor.

Y se golpeó contra la chata que frenó de golpe. Comenzaron los gritos, confusos, de ira, de terror. Y Enrique la llama.

Allí está Jesús con Enrique a su lado que corre para abrazarla. Y Jesús sonríe y se va.