Jesús enseñó que: “Todo el que viene a mí y oye mis palabras y las pone en práctica, les mostraré a quién es semejante: es semejante a un hombre que al edificar una casa, cavó hondo y echó cimiento sobre la roca; y cuando vino una inundación, el torrente dio con fuerza contra aquella casa, pero no pudo moverla porque había sido bien construida”. (Lucas 6:46-47)
Tú decides, siempre decides. Es cuestión de tu voluntad. Ir, oír y poner en práctica las enseñanzas de Jesús es una cuestión de decisión. De decisiones diarias. Hoy debes decidir pararte sobre Jesús, y mañana deberás elegir volver a pararte sobre Jesús o no. Tú eliges. Siempre.
La Biblia es la palabra de Dios y contiene enseñanzas, consejos y mandamientos. Y en ellos encontramos lo necesario para vivir como cristianos independientemente del grupo social al que pertenezcamos. Qué quiero decir: si quieres conducir, debes conocer y respetar las leyes de tránsito. Si tienes una empresa, debes conocer y respetar las leyes impositivas y laborales. Si quieres ser cristiano debes conocer y poner en prácticas las normas que rigen al cristiano. Pero te equivocas si dejas de lado el primer mandato y te enfocas solo en los otros. ¿Porqué? Porque las sociedades cambian y con ellos los valores. Las filosofías del pensamiento social se expanden y cambian las conductas sociales; lo que era malo, ahora es bueno, lo que era bueno ya no lo es tanto. Los grises son mayoría. Por lo tanto, si basas tu cristianismo en el conjunto legal bíblico tendrás grandes complicaciones con la realidad que te rodee. Y es posible que adoptes una de estas dos conductas: legalista fundamentalista o humanista, y allí comienzan los líos.
Pero si basas tu cristianismo en el primer mandamiento, lo negro siempre será negro, y lo blanco siempre será blanco. El primer mandamiento es Amarás a Dios con todo tu corazón, con toda tu mente, con toda tu alma.
“a aquel que oye mis palabras y las cumple...” dijo Jesús.
Párate sobre la roca firme que es Jesús. El resto es arena movediza.
El amar a Dios es una cuestión de decisión diaria. Cada mañana al despertar debes tomar la decisión de amar a Dios durante el día. Y por la tarde, y también por la noche. Si amas a Dios, los preceptos y mandamientos que nos ha dado no son leyes frías y ajenas que nos convocan a desobedecer. Es el ida y vuelta de una relación de amor con tu Dios, con tu Señor, con tu Salvador. Es el amor a Dios el motor del cumplimiento y obediencia.
Juana Inés de la Cruz escribió:
No me mueve, mi Dios, para quererte
el cielo que me tienes prometido,
ni me mueve el infierno tan temido
para dejar por eso de ofenderte.
Tú me mueves, Señor, muéveme el verte
clavado en una cruz y escarnecido,
muéveme al ver tu cuerpo tan herido,
muévanme tus afrentas y tu muerte.
Muévame, en fin, tu amor, y en tal manera,
que aunque no hubiera cielo, yo te amara,
y aunque no hubiera infierno, te temiera.
No me tienes que dar porque te quiera,
pues aunque lo que espero no esperara,
lo mismo que te quiero te quisiera.
Amar a Dios es una decisión.¿Por qué leer y estudiar la Biblia? Por amor.¿Por qué buscar a diario la santidad? Por amor.¿Por qué cumplir sus mandamientos? Por amor.¿Por qué ser cristiano? Por amor.
¿Dónde estás parado?¿Es Dios tu amor o es tu religión?
Toma la decisión de hacer a Dios tu primer amor y pídele que te mueva de tal manera que aunque no hubiera cielo tu le amaras, y aunque no hubiera infierno, le temieras.