domingo, 29 de abril de 2012

En la fiesta

 
Lo más complicado, como observador neutral enviado por la ONU, es tratar de entender la gran discrepancia entre las opiniones para informar al mundo con objetividad. En estos momentos el pueblo israelí está convulsionado a causa de un predicador itinerante que está enseñando la palabra de Dios con criterios nada ortodoxos y ha causado algunas divisiones en la cúpula clerical dominante, los fariseos. Mis contactos me han informado que se ha librado una orden de captura a la policía del Templo para que sea detenido no bien pise el atrio, a fin de juzgarlo conforme a sus leyes y llevarlo a la muerte. De parte del pueblo las opiniones están atomizadas. Algunos lo quieren matar, otros beatificar, otros postularlo a la presidencia, otros a la proscripción y los demás no tienen la menor idea de qué opinión tener.
El terrorismo de estado que estaba moviéndose en las sombras del poder, ahora lo hace en forma abierta. Los jueces afines a los líderes han realizado exhortos a todos los medios de prensa para identificar a los ciudadanos y periodistas que hayan escrito artículos sobre las enseñanzas de este maestro galileo; esta individualización compulsiva está dirigida, obviamente, a ejercer una presión intimidatoria para evitar que se propaguen también las opiniones de la ciudadanía sobre Jesús en una clara censura y restricción de la libre información de la ciudadanía de Jerusalén.
Estos son los días de celebración de una de las fiestas religiosas más importantes del calendario litúrgico, la “Fiesta de las Enramadas”. Durante siete días se recuerda el peregrinaje de cuarenta años del pueblo por el desierto. Israelitas de toda la región llegan a la capital y los contingentes que arriban de países limítrofes y lejanos se cuentan por cientos. Pero este año la mayor motivación es escuchar sobre estas nuevas enseñanzas sobre el reino de los cielos.
Los tres primeros días de celebraciones transcurrieron con normalidad. La liturgia es imponente. El cortejo de sacerdotes rumbo a los sacrificios rituales se realiza en medio de un estruendoso canto de alabanzas a Dios que solo menguan en el momento del rezo mientras matan y colocan sobre el altar a la víctima animal. Pero al cuarto día, Jesús ingresó al Templo y comenzó a enseñar a las multitudes que estaban allí. Los guardias del Templo corrieron a su encuentro para cumplir con las órdenes de arresto, pero se quedaron como inmóviles e indefensos en medio de la multitud que seguía con suma atención las palabras de Jesús. Al final del discurso Jesús se retiró y ningún guardia atinó a cumplir con la orden impartida, sino que con expresiones de asombro repetían cada una de las enseñanzas que habían escuchado. Los líderes religiosos no toleraron semejante desacato, pero no intentaron nada más.
La fiesta continuó alterada. Si bien la liturgia se respetaba, el pueblo estaba atento a las apariciones de Jesús y cada vez que esto sucedía, una corrida alocada indicaba el lugar donde estaba enseñando.
El último día, el más importante en la celebración de “Las Enramadas”, Jesús hizo alusión a los días en que, durante la peregrinación en el desierto, los israelitas tuvieron sed por falta de aguas. Se paró en medio de la multitud que atestaba el Templo y dijo: “Si alguno tiene sed, venga a mí y beba, y de su interior correrán ríos de agua viva”.
Mientras la multitud se dispersaba, alcancé a tomar algunas opiniones bajo promesa de anonimato. “Verdaderamente éste es el profeta”, dijeron algunos; “este es el Cristo”, decían otros; algunos más instruidos en genealogías se cuestionaban si de Galilea habría de venir el Cristo pues su pueblo de origen, según se sabía, era la norteña Nazaret y las escrituras dicen que el Mesías debe ser de Belén, el pueblo natal del antiguo rey David, distante pocos kilómetros de Jerusalén.
Terminada la fiesta la multitud retomó el camino a sus lugares de origen y el tan anhelado encarcelamiento de Jesús por parte de la jerarquía religiosa no se materializó. Se dice que algunos de los grandes de entre ellos han tenido reuniones en secreto con Jesús y creen que es el verdadero Mesías.
Por mi parte hoy estoy obligado a tomar partido y dejar de lado la neutralidad, lo puedo hacer sin temor pues soy extranjero y mientras escribo, el avión ya transita cielos internacionales. Luego de vivir siete días en la capital de Israel y escuchar las predicaciones de Jesús, me quedó un sin sabor, un dejo extraño que se transforma en necesidad, si bien no lo entiendo totalmente, de repente tengo una sed nueva, distinta a las anteriores. Quiero de esa agua que él ofreció.

Elbio R. Lezchik