-No hay
problema, le entiendo perfectamente –le responde y enciende su grabadora.
El barrio de clase media trabajadora
está revolucionado. Toda la gente se moviliza hacia la casa de la familia
Fernández no bien se enteran. La señora de Fernández aún está en la clínica y
su médico de cabecera le está haciendo todos los estudios necesarios antes de
emitir el informe médico en rueda de prensa.
-Fue hace doce años cuando las dos
noticias llegaron juntas –continúa-. Mi esposa había comenzado hacía algunos
meses con alteraciones en sus ciclos menstruales, cosa que no era normal en
ella, y juntos fuimos a la consulta. Luego de varios estudios de diagnóstico,
el ginecólogo reunió todos los informes para analizarlos en junta médica, según
nos dijo. La alegría del tan esperado embarazo confirmado dejó paso al segundo
diagnóstico paralelo: carcinoma de endometrio hemorrágico.
-¿Qué hicieron al conocer estas
noticias?- pregunta el periodista.
-Lo primero que necesitábamos conocer
era la viabilidad del embarazo; el médico nos informó que era un caso sumamente
raro y que no podía arriesgar ningún pronóstico, lo cierto es que si se sometía
a una cirugía, en ese acto se debía realizar un aborto, pues se extirparía todo
el útero. Y si se le aplicaba un tratamiento quimioterápico por drogas o por
rayos, el bebé moriría.
Los rumores sobre el motivo son
inciertos, hay muchas versiones. Pero todos coinciden en que el viaje que
realizaron al interior era considerado como la última chance. Estaba muy débil
y pálida y muchos en el barrio no aprobaron que el esposo la someta a semejante
esfuerzo. Lo cierto es que nadie los vio regresar, sino que, según dicen,
llamaron desde el móvil para avisar que se dirigían directamente a la clínica.
-¿Qué decisión tomaron?
-Nos fuimos a casa sin avisarle a nadie
nada de lo conversado en la clínica. No podíamos ni queríamos hablar con nadie.
Nuestro dolor era muy grande. A la madrugada, mi esposa me comunicó que quería
que nuestro bebé nazca, que ella no se sometería a ningún tratamiento mientras
durase la gestación. No pude decir nada, no se me ocurría nada. Solo nos
abrazamos y nos quedamos dormidos.
-Fue una decisión
arriesgada.
-Si, pero mi hijo ya
cumplió once años.
-¿Qué hicieron luego del
nacimiento de su niño?
-Como durante el embarazo el tumor no
creció y permitió el normal desarrollo del bebé, mi esposa quiso amamantarlo lo
que más pudiese. El sangrado no era muy profuso, pero sí continuo. Al tiempo
reiniciamos las rondas de consultas e interconsultas médicas, pero ninguno daba
certeza sobre el tratamiento a seguir. Ella se sometió a todo lo que le
indicaban, pero el tumor se había vuelto intratable, con el agravante de que
muchas veces no podíamos continuar la terapia, pues a causa de los grandes
costos se nos acababa el dinero rápidamente.
-¿No tuvieron ayuda
estatal? –pregunta el periodista.
-El gobierno municipal nos daba cada
tanto los pasajes y la estadía en la capital, pero últimamente todo lo gastado
provino de la buena voluntad de mis vecinos. Se hicieron fiestas a beneficio de
mi esposa, rifas, asados, y un sinfín de cosas que promovieron a que muchos quisieran
colaborar con dinero.
-¿Por qué viajaron?
-Mi cuñado trabaja en una empresa que
tiene muchas sucursales distribuidas en todo el país y nos contó que hace una
semana, un compañero no vidente de una de esas sucursales lo buscó y regresó
sano. Y no es mentira, pues era conocido en toda la empresa por sus habilidades
administrativas y, con su discapacidad, hasta aventajaba al resto de sus compañeros
de oficina.
-Cuénteme cómo fue el
encuentro.
-Cuando llegamos en el auto,
preguntamos dónde estaba. Nos dirigimos hacia allí, pero a causa de la multitud,
debimos dejar el vehículo lejos y caminar. Se hizo largo, pues la debilidad no
le permitía avanzar con rapidez a mi esposa. No pudimos acercarnos demasiado,
pues una valla y un cordón humano nos impedían el paso. Nos miramos abatidos,
pero ella sonrió, sonrió con la misma sonrisa que tenía en su rostro la noche
que decidió continuar con el embarazo. Me soltó la mano y de algún modo que a
mí me fue imposible imitar, se deslizó entre la muralla de personas, parecía no
tener volumen, ser de aire, avanzaba contorneándose y esquivando de tal modo
que la perdí de vista.
-Hasta que regresó.
-Sí, hasta que distinta, muy
distinta, regresó a mi lado. “Lo toqué” me dijo, y las lágrimas llenaron sus
ojos.
El Director Médico de la clínica
encabeza la comitiva compuesta por el jefe del Servicio de Ginecología y
Obstetricia, el Jefe del Servicio de Oncología Clínica y el matrimonio
Fernández. Los periodistas se atropellan para lograr la mejor ubicación. Una
vez logrado el silencio, el Director informa que según la evidencia científica
que obra en su poder, y comparando los resultados recientes con la historia
clínica de la paciente, y luego de serios debates en la junta médica formada
para este fin, concluimos que la paciente está completamente sana.
Elbio R. Lezchik