Lo más
complicado, como observador neutral enviado por la ONU , es tratar de entender la
gran discrepancia entre las opiniones para informar al mundo con objetividad.
En estos momentos el pueblo israelí está convulsionado a causa de un predicador
itinerante que está enseñando la palabra de Dios con criterios nada ortodoxos y
ha causado algunas divisiones en la cúpula clerical dominante, los fariseos. Mis
contactos me han informado que se ha librado una orden de captura a la policía
del Templo para que sea detenido no bien pise el atrio, a fin de juzgarlo
conforme a sus leyes y llevarlo a la muerte. De parte del pueblo las opiniones
están atomizadas. Algunos lo quieren matar, otros beatificar, otros postularlo
a la presidencia, otros a la proscripción y los demás no tienen la menor idea
de qué opinión tener.
El
terrorismo de estado que estaba moviéndose en las sombras del poder, ahora lo
hace en forma abierta. Los jueces afines a los líderes han realizado exhortos a
todos los medios de prensa para identificar a los ciudadanos y periodistas que
hayan escrito artículos sobre las enseñanzas de este maestro galileo; esta
individualización compulsiva está dirigida, obviamente, a ejercer una presión
intimidatoria para evitar que se propaguen también las opiniones de la
ciudadanía sobre Jesús en una clara censura y restricción de la libre
información de la ciudadanía de Jerusalén.
Estos
son los días de celebración de una de las fiestas religiosas más importantes
del calendario litúrgico, la “Fiesta de las Enramadas”. Durante siete días se
recuerda el peregrinaje de cuarenta años del pueblo por el desierto. Israelitas
de toda la región llegan a la capital y los contingentes que arriban de países
limítrofes y lejanos se cuentan por cientos. Pero este año la mayor motivación
es escuchar sobre estas nuevas enseñanzas sobre el reino de los cielos.
Los
tres primeros días de celebraciones transcurrieron con normalidad. La liturgia
es imponente. El cortejo de sacerdotes rumbo a los sacrificios rituales se
realiza en medio de un estruendoso canto de alabanzas a Dios que solo menguan
en el momento del rezo mientras matan y colocan sobre el altar a la víctima
animal. Pero al cuarto día, Jesús ingresó al Templo y comenzó a enseñar a las
multitudes que estaban allí. Los guardias del Templo corrieron a su encuentro
para cumplir con las órdenes de arresto, pero se quedaron como inmóviles e
indefensos en medio de la multitud que seguía con suma atención las palabras de
Jesús. Al final del discurso Jesús se retiró y ningún guardia atinó a cumplir
con la orden impartida, sino que con expresiones de asombro repetían cada una
de las enseñanzas que habían escuchado. Los líderes religiosos no toleraron
semejante desacato, pero no intentaron nada más.
La
fiesta continuó alterada. Si bien la liturgia se respetaba, el pueblo estaba
atento a las apariciones de Jesús y cada vez que esto sucedía, una corrida
alocada indicaba el lugar donde estaba enseñando.
El
último día, el más importante en la celebración de “Las Enramadas”, Jesús hizo
alusión a los días en que, durante la peregrinación en el desierto, los
israelitas tuvieron sed por falta de aguas. Se paró en medio de la multitud que
atestaba el Templo y dijo: “Si alguno tiene sed, venga a mí y beba, y de su
interior correrán ríos de agua viva”.
Mientras
la multitud se dispersaba, alcancé a tomar algunas opiniones bajo promesa de
anonimato. “Verdaderamente éste es el profeta”, dijeron algunos; “este es el
Cristo”, decían otros; algunos más instruidos en genealogías se cuestionaban si
de Galilea habría de venir el Cristo pues su pueblo de origen, según se sabía,
era la norteña Nazaret y las escrituras dicen que el Mesías debe ser de Belén,
el pueblo natal del antiguo rey David, distante pocos kilómetros de Jerusalén.
Terminada
la fiesta la multitud retomó el camino a sus lugares de origen y el tan
anhelado encarcelamiento de Jesús por parte de la jerarquía religiosa no se
materializó. Se dice que algunos de los grandes de entre ellos han tenido
reuniones en secreto con Jesús y creen que es el verdadero Mesías.
Por mi
parte hoy estoy obligado a tomar partido y dejar de lado la neutralidad, lo
puedo hacer sin temor pues soy extranjero y mientras escribo, el avión ya
transita cielos internacionales. Luego de vivir siete días en la capital de
Israel y escuchar las predicaciones de Jesús, me quedó un sin sabor, un dejo
extraño que se transforma en necesidad, si bien no lo entiendo totalmente, de
repente tengo una sed nueva, distinta a las anteriores. Quiero de esa agua que
él ofreció.
Elbio
R. Lezchik