Una clásica historia de amor comienza generalmente así: el
chico levanta la vista y de repente lo único que queda en el salón es la rubia
que lo mira desde el otro extremo, la música enmudece y todo transcurre visto a
través de un caleidoscopio. O…, la chica siempre distraída mirando las
vidrieras choca con “el muchacho” que llevaba justo un vaso de café, o algo que
manche, y lo derrama sobre su masculina camisa. Se miran… Música, escenario,
luces y… ¡acción! Otro amor de película. Solo de película.
La verdadera historia de amor se escribió sin necesidad de
computadoras ni correctores, se inició antes del grito de ¡luces…, acción! El
escritor, productor, director y actor principal es el mismo: Dios. El
escenario: la Tierra.
Escena 1: Un joven labra la tierra cerca de Jerusalén; en un
momento de descanso piensa en la promesa no cumplida de la llegada del Mesías.
Dios interrumpe sus pensamientos y le dice que sea paciente, que llegará ese
día, que no morirá sin que él lo vea.
Corten.
Escena 2: En Nazaret, una joven enamorada de su primer y
único novio, recibe la visita de un poderoso ángel que opaca el sol y le
informa que ha sido elegida por Dios para gestar en su vientre a un varón que
será el Mesías.
Corten.
Escena 3: Dolores de parto, nerviosismo para hallar un lugar
para dar a luz, un establo, paja limpia que se desparrama para mullir el piso,
ropas y cobijas, gritos y el llanto de un niño.
Corten.
Escena 4: Un anciano es despertado por Dios y le ordena que
vaya al Templo, Él ha cumplido lo que le había prometido en el campo muchos
años atrás.
Corten.
Más escenas. El final se conoce. Su principio suele ser el ignorado.
No fue amor a primera vista, fue amor intencionado, decidido,
adrede.
No le deslumbramos con nuestro éxito y buena apariencia. Lo
deslumbró nuestra incapacidad y pobreza.
No lo sedujimos con nuestras palabras, lo sedujo nuestro
dolor.
En el principio dijo Dios: ¡Sea la navidad!, y Jesús nació.
Elbio R. Lezchik