viernes, 11 de noviembre de 2011

HUIR


Cansao e tanto trabajo
Decidió pa´ las luces rumbiar.
Eso de ser el hijo menor
Ya lo había hecho asquiar.

Al tata, la plata le sobraba.
A los gauchos, siempre de más les pagaba.
Y a él, su pequeño gurí
A la par de ellos, de madrugada lo levantaba.

Deme la parte que es mía,
El muy cara dura, a su tata le espetó.
Y como si todo fuera gracias a él
Muy orondo, manos en jarra, esperó.

Quédese acá, no tardo, le respondió.
Y dando media vuelta, las lágrimas ocultó.
Se nos marcha el mocito, le dijo a su china
Se siente muy potro, su boca endureció.

Tomó su cinto, su bolsa y su monta espoleó.
Con un adiós a secas y de lejos, a sus tatas saludó.
La tranquera, esa frontera, furioso traspasó.
Tuita la vida lo espera, con orgullo se ufanó.

Que linda que es la vida con dinero pa’ gastar.
No más tata, mama ni gauchos que lo obliguen a transpirar.
Chinas, güen asao, tabas y mucho vino
Esto si que es vida, esto vale disfrutar.

Le seca llegó, la langosta tuito devoró.
El cielo de bronce hasta a los chanchos sin barro los dejó.
La plata todo compra, menos lo que no hay.
Pero con el cinto vacío, ni amigos encontrará.

El hambre lo mordió, su mente se nubló.
En la desgracia, a su tata y a su mama, delirando recordó
¡Qué ricas las carneadas, qué jugosas las empanadas!
Ningún gaucho queda afuera, y en su soledad lloró.

En la casa tuito era fiesta.
Los musiqueros, los bailarines y la yerra.
Temeroso y avergonzao hacia el fogón se acerca.
Conchabarse como gaucho, eso quiere, eso anhela.

Los costillares en las estacas,
Las criadillas en la parrilla,
Las empanadas en la mesa,
Tuito es risa y alegría.

¡Es mi hijo! Suena el grito.
Fuertes brazos lo rodean.
¡Traigan ropa, botas y el anillo!
¡Decían que estaba muerto, pero Dios me lo trajo vivo!


Elbio Rubén Lezchik

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