Cansao e tanto trabajo
Decidió pa´ las luces rumbiar.
Eso de ser el hijo menor
Ya lo había hecho asquiar.
Al tata, la plata le sobraba.
A los gauchos, siempre de más les pagaba.
Y a él, su pequeño gurí
A la par de ellos, de madrugada lo
levantaba.
Deme la parte que es mía,
El muy cara dura, a su tata le espetó.
Y como si todo fuera gracias a él
Muy orondo, manos en jarra, esperó.
Quédese acá, no tardo, le respondió.
Y dando media vuelta, las lágrimas
ocultó.
Se nos marcha el mocito, le dijo a su
china
Se siente muy potro, su boca endureció.
Tomó su cinto, su bolsa y su monta
espoleó.
Con un adiós a secas y de lejos, a sus
tatas saludó.
La tranquera, esa frontera, furioso
traspasó.
Tuita la vida lo espera, con orgullo se
ufanó.
Que linda que es la vida con dinero pa’
gastar.
No más tata, mama ni gauchos que lo
obliguen a transpirar.
Chinas, güen asao, tabas y mucho vino
Esto si que es vida, esto vale disfrutar.
Le seca llegó, la langosta tuito devoró.
El cielo de bronce hasta a los chanchos
sin barro los dejó.
La plata todo compra, menos lo que no
hay.
Pero con el cinto vacío, ni amigos
encontrará.
El hambre lo mordió, su mente se nubló.
En la desgracia, a su tata y a su mama,
delirando recordó
¡Qué ricas las carneadas, qué jugosas las
empanadas!
Ningún gaucho queda afuera, y en su
soledad lloró.
En la casa tuito era fiesta.
Los musiqueros, los bailarines y la
yerra.
Temeroso y avergonzao hacia el fogón se
acerca.
Conchabarse como gaucho, eso quiere, eso
anhela.
Los costillares en las estacas,
Las criadillas en la parrilla,
Las empanadas en la mesa,
Tuito es risa y alegría.
¡Es mi hijo! Suena el grito.
Fuertes brazos lo rodean.
¡Traigan ropa, botas y el anillo!
¡Decían que estaba muerto, pero Dios me
lo trajo vivo!
Elbio Rubén Lezchik
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