sábado, 13 de febrero de 2016

La Huida


El terror se apoderó de él y escapó. Sólo pensó en huir, huir lejos, al desierto, con la muerte siguiéndole al ritmo de su sombra. Temía a los asesinos que tenían orden de matarlo. Temía morir a manos de ellos pues no serían rápidos ni compasivos. Los conocía.
            Cansado, se tumbó bajo una lánguida sombra en un esbozo de oasis. La sed le pegaba la lengua al paladar y su estómago le reclamaba por no haber probado bocado desde la tarde anterior. Sus pensamientos se nublaron y el abatimiento lo envolvió. Quiso evocar su pasado y con mucho esfuerzo recordó todo lo hecho en los últimos tres años y lo que debió padecer por sus actos. Buscaba y buscaba, pero no hallaba la recompensa de todo su trabajo y eso lo terminó de abatir.

-Todo lo que hice hasta ahora ha sido en vano –dijo al viento que lo oía.

Y tomó la decisión de dejarse morir. Pero no era fácil. Los dolores de la muerte no respetan a nadie y su organismo lo castigaba con las grandes punzadas a causa del hambre y la sed, y la piel, sin más líquidos para transpirar, comenzaba a cuartearse alrededor de su boca, narices y párpados.

Alcanzó a distinguirlo en medio del sopor donde estaba sumido. No tuvo tiempo para asustarse, o tal vez no tuvo las fuerzas para hacerlo, pero ya estaba a su lado.

-Vamos –le dijo con voz recia pero no agresiva– levántate y come.

A su lado, prolijamente acomodado sobre una esterilla, había una serie de manjares indescriptibles. Mira nuevamente al extraño y este le hace señas con la cabeza para que coma. Obedece.

-Levántate Elías –le dice el visitante– y retoma tu camino, pues aún te queda mucho por andar.

Elías mira hacia donde apunta la mano derecha del visitante y reanuda la marcha sorprendido por la mejoría de su estado general. Gira la cabeza para ver qué hace el aparecido pero este ya no estaba. Tampoco las huellas que debía haber dejado obligatoriamente en la arena al lado de las que él sí dejó. Y caminó.
Cuarenta días.
Solo se detenía cuando la luna desaparecía del firmamento y le impedía reconocer el sendero. Al amanecer se sacudía el frío de la noche y continuaba caminando.
Cuarenta días.
De los que buscaban su muerte no halló rastro alguno. Algo raro sucedía mientras caminaba, pues siempre soplaba una suave brisa a sus espaldas que borraba el camino que había transitado.
Cuarenta días. 
De la sed y del hambre no tuvo ni recuerdos. Esa comida lo mantenía aún satisfecho, perfectamente hidratado y le permitía recordar con claridad. La sequía de tres años, el aceite de la viuda, la harina que no faltaba, los simpáticos cuervos en esa cañada que lo visitaban por la mañana y por la tarde, el altar mojado y las lenguas de fuego consumiendo todo y luego otra vez la lluvia, fresca, torrentosa, gloriosa y llena de vida se le presentaban delante de sus ojos con nitidez asombrosa.
Cuarenta días.
En la última jornada divisa la entrada de una cueva en el Monte de Dios y decide pasar la noche allí. Y durmió.

-¿Qué haces aquí Elías? –lo sobresalta una potente voz que lo despierta abruptamente.

Mira alrededor y no hay nadie. La entrada de la cueva está iluminada y no acierta a adivinar si ya comenzó el día o el sueño le juega una mala pasada.

-¿Qué haces aquí, Elías? –retumba nuevamente la voz entre las paredes.

Y reconoce a Dios. Su corazón no hallaba lugar dentro de su pecho para latir con más fuerza. La voz de su Dios lo envolvía y lo embriagaba. Era lo que estaba necesitando en ese momento, lo que anhelaba durante cada segundo de los cuarenta días de peregrinación. Y recordó lo sucedido hace casi dos meses ya. Los temores que lo impulsaron a este sitio habían desaparecido junto a su rastro, pero los recordó para justificar su actitud. El pueblo frente al altar que se mantuvo al margen y sin decidir si seguirían a Dios o a los baales, la matanza de los sacerdotes paganos, la furia de la reina…

-Estoy solo, soy el único que te sirve, pues el pueblo entero te abandonó –le respondió– La reina ordenó mi muerte y nadie salió en mi defensa, así que huí.
-No estás solo Elías –le responde Dios-, nunca lo estuviste. En el reino hay siete mil que me adoran solo a mí y mi ángel está contigo siempre por donde quieras que vayas. ¿O no recuerdas tu última comida?

Solo pudo hacer silencio. No tenía argumentos para defender su actitud ante Dios.

-Sal fuera de la cueva –le ordena Dios.

Y delante de él se desplegó el poderío de Dios de tal mantera que toda la naturaleza quiso abandonar ese sitio. Elías sólo pudo mantenerse postrado ante tanta magnificencia y reconocer que sólo en Dios está la fuerza y el poder. Ahora veía cuán insignificante era la amenaza de la cual huyó. Veía cuán indefenso ante El es cualquier humano por más que ostente poder y autoridad sobre las naciones y pueblos, ante el Dios de su vida, ante el Dios de su amor.

Con instrucciones precisas abandona su escondite y hace, hace por convicción, hace por obediencia. No en su fuerza, sino apoyado en su Dios. Y Dios, desde los cielos, viéndolo, no pudo esperar más para tenerlo a su lado. Envió sus carros a la tierra que lo alzaron para llevarlo directamente a su morada. Los que lo vieron dicen que dejó un manto, otros, que volverá para preparar el camino al Ungido de Dios.



Elbio R. Lezchik

Dudo

Dudo, dudo. Ante cualquier duda, dudo, por las dudas…

No dudo por ser dubitativo, falto de decisión. No, sino que me molesta que quieran abusar de mi confianza, que intenten engañarme en mi buena fe. Por eso cuando lo que sucede sale de lo común, coloco un manto de duda hasta que pueda ver con claridad los sucesos y comprobar la veracidad de los hechos. Y casi siempre el tiempo declara la verdad. Muchos son los engañados por creer ciegamente a los que se declaran iluminados y dueños de alguna verdad; profetas con carisma y lenguaje seductor que se aprovechan de las circunstancias para tener su minuto de fama y llenarse los bolsillos de dinero ajeno. Pero con Jesús fue distinto, pues lo que hacía y decía superaba todo lo escuchado y visto en nuestra patria o recordasen los ancianos del pueblo. Luego de cada sanidad yo indagaba sobre la historia de esa persona y no hallaba fisuras en su respuesta que me indujesen a pensar en el engaño o en alguna escena preparada para causar impacto. Todos conocían al enfermo y reconocían la sanidad milagrosa, extra natural y eso me dejaba atónito. Comencé a seguirle y a escucharle por curiosidad; lo que decía se contradecía con cualquier deseo de conquistar a las masas; cada vez que enseñaba, más líderes se le oponían en forma abierta y también muchos del pueblo, pero a Jesús no le importaba. Él seguía con su prédica sobre el reino de los cielos y los milagros eran cada vez más sorprendentes.

Cuando me llamó, dudé si se refería a mí o a otro. Éramos muchos ese día en la montaña y su discurso fue excelente. Como de costumbre, traté de retener todo lo que dijo para analizarlo a fondo para ver si quería engañarme o tenderme una trampa. Al oír mi nombre mi corazón dio un vuelco y comenzó a latir con fuerzas, pero me contuve en responder y miré a mi lado para verificar si alguien con mi mismo nombre se adelantaba y se dirigía al grupo de los que estaba escogiendo para ser sus apóstoles. Pero nadie se movió. Lo miro nuevamente y el gesto de su cara, mezcla de picardía, benevolencia y conocimiento de lo que me estaba pasando me confirma que el llamado era yo. Me encantó, no me perdería nada de lo que haría o enseñase y podría verificar lo veraz de los hechos.

Y me cambió la vida. Los milagros que Jesús hacía eran de no creer. Yo me retrasaba siempre un poco más viendo lo que sucedía para verificar lo que a los ojos de todos estaba pasando, y todo era real. Manos enjutas que tomaban su forma normal envueltas en un frenético movimiento interno de huesos y músculos que petrificaba la espalda solo de verlo; pies deformados pendiendo inútiles que de repente tomaban volumen muscular y lanzaban hacia arriba a su dueño en piruetas, gritos y lágrimas de alegría; madres que recibían a sus hijos que volvían de la muerte dentro de las mortajas que pugnaban por salir y espantaban a todos los integrantes del cortejo fúnebre. Era real, no cabían dudas.

El súmmum de todo lo tuvo a Pedro como protagonista. Pasado en espanto de ver a Jesús caminar en la noche sobre el lago embravecido con el ruido del viento que ensordecía todo, veo a Pedro que se sienta sobre la borda de la barca y se tira al agua. El grito que pegué se me cortó cuando veo a Pedro paradito a estribor de la barca y comenzando a caminar hacia Jesús subiendo y bajando al ritmo de las olas. Allí sucedió algo muy rápido que no alcancé a ver bien qué pasó, pero de repente Pedro se hunde y Jesús se apuró hacia él y lo alza nuevamente sobre las olas y, es verdad lo que les digo, ambos volvieron caminando. Si, caminando hasta la barca y trepándose por la borda inquieta subieron a la barca y todo se calmó, la serenidad nos rodeó y exclamé de rodillas ante Jesús ¡realmente eres el Hijo de Dios!

Su muerte me desmoronó. No lo tenía previsto como posibilidad, era el Hijo de Dios y podía haber bajado de la cruz como le decían los líderes religiosos y dejarlos a todos atónitos, pero se murió. Ahora no sé en qué creer siendo que me ocupé de analizar cada evento para no caer en el engaño que ahora desgarra mi corazón. Se murió y todo terminó. Pedro me quiso convencer de que hoy resucitó, pero nadie tiene ese poder que tenía Jesús para resucitar muertos. ¿Quién va a resucitar a Jesús? ¿Pedro, Esteban, Juan, Judas? Yo no les creo y ya hace más de una semana que está muerto. Desde ahora más que antes, voy a poner mucho más cuidado en ver para creer.

-La paz esté con ustedes.
-¡Señor Jesús, estás vivo!
-Tomás, ven, pon tu mano aquí, mira mis manos; dale, métela en mi costado, y no seas incrédulo sino fiel.
-¡Señor mío y Dios mío!
-¿Has tenido que verme en persona para acabar de creer? Dichosos los que sin haberme visto llegan a creer.


Elbio R. Lezchik

Mi ciudad

Eras niña aún,
Corazón de viento,
Cuando te vio
Y te amó.

Te abrazó
Con agua;
Con sol y buena tierra
Te abrigó.

Creciste,
Corazón de viento,
Y de ti
Nunca se alejó.



Elbio R. Lezchik

25 años


Iba a decirte que te quiero, pero no,
He decidido decirte que te amo.
Te amo porque has hecho todo lo necesario para que te ame,
Para que te ame sin necesidad de recurrir al sentimiento.
Porque a veces las cosas que nos pasan enfrían los corazones
Y ese es el peor momento para
Evaluar el pasado y juzgar el presente.

Te amo.
Te amo porque has hecho todo lo necesario para que te ame.
Éramos tan jóvenes, ¿lo recuerdas?
La primera mudanza, el primer parto lejos de toda nuestra familia.
Te hiciste madre sin ayuda de la tuya,
Te hiciste cargo, siempre sonriente, siempre feliz.
Otras mudanzas, otros cambios de ciudad
Y como si nada ocurriese tomabas a nuestros niños,
Armabas las cajas y partíamos hacia allí.

Te amo.
Te amo porque has hecho todo lo necesario para que te ame.
No me habría dado cuenta o tomado cabal conciencia
De que eres más fuerte que yo si no hubiese evaluado nuestra historia
Y puesto en claro los hechos y los resultados.
Engañado estaba y creía que el fuerte y el sustento era yo,
El hombre de la casa,
Pero me demostraste que la fortaleza de
Nuestra familia eres tú; la que la construye y
La cimienta en amor y sabiduría eres tú mi amor.

Te amo.
Te amo porque has hecho todo lo necesario para que te ame.
Nuestros hijos están grandes y
Ya casi no nos necesitan,
Sus alas los están llevando por otros vientos.
Son bellos. Bellos como tú.
Son fuertes. Tomaron de tus fuerzas y las están multiplicando.
Estar siempre estar rodeada de ellos es tu alegría,
Le dedicas tu tiempo y energía
Y te sobra para darme también a mí.

Te amo.
Te amo porque has hecho todo lo necesario para que te ame.
Y he decidido seguirte amando…

Elbio R. Lezchik

martes, 9 de febrero de 2016

CANTA DE SU AMOR SIEMPRE - ENSAYO



Una sonata, una ópera, una canción.
Ah, el amor...
Miles de cantantes en toda la historia de las razas.
Miles de millares de canciones en los más diversos idiomas compiten para agradar al corazón del ser amado.
Ah, el amor...
No hay nada superior al contacto directo con aquella persona por la que suspira nuestra alma que haga brotar las mejores melodías de nuestro interior. Escuchar de su boca el relato de lo que ha vivido, emocionarnos junto a ella en las partes emocionantes y contener la respiración mientras nuestro corazón late con más fuerza en las partes de mayor tensión, es una experiencia de tal magnitud que nos graba a fuego las imágenes y sentimientos que se expresaron.
Hubo un hombre llamado Juan. Fue discípulo de Jesús. Y decidió contar a su audiencia cuál fue su experiencia, qué vio y qué vivió durante los tres últimos años de vida de Jesús. Ya anciano e imposibilitado de recorrer tantos lugares donde le cobijaron y recibieron con agrado sus palabras, decide escribirles una carta. Una carta para contarles nuevamente sobre su amigo del alma. En ella retoma sus primeras enseñanzas y les recuerda todo lo que ha dicho, lo que ha oído, lo que ha visto con sus ojos, lo que ha contemplado y palpado con sus manos tocante a Jesús, el Hijo de Dios. Es decir, toda su experiencia con Dios. No la experiencia de otro, sino la suya propia. Este Juan es el Apóstol San Juan y no se pudo quedar callado.
Todos nosotros, en mayor o menor medida tenemos alguna experiencia del amor de Dios hacia nosotros. Experiencia que al recordar algunos momentos especiales de nuestra vida, notamos que Dios estuvo ahí. Que en un momento especial en la vida de un familiar, nuestro Dios estuvo allí mostrando su amor, mostrando su misericordia. ¿Qué harás con esto? ¿Qué harás con lo que Dios hizo, con ese amor que Dios te mostró? ¿Te quedarás callado?. Velasco y Mason escribieron una poesía en forma de canción que dice:
Canta, oh buen cristiano,
Dulce será cantar.
Hace el camino llano,
Libra el pesar.
Canta en las noches tristes,
Canta en el sol y en luz,
El mal así resistes,
Canta de Jesús.
Canta, oh buen cristiano,
Templa tu corazón,
Alza a tu Soberano
Tu feliz canción.
Siempre estará lleno el mundo
De endechas y dolor;
Canta el amor profundo
De tu salvador.
Canta, oh buen cristiano,
Dios tu socorro es,
El sostendrá tu mano
Hasta la vejez.
¿Sabes que al diablo invitas
Cuando medroso estás?
Dios quitará tus cuitas
Si cantando vas.

Por lo que tienes
David, el escritor de salmos, no se puede quedar en silencio al recordar todas las cosas que Dios ha hecho y dice que cantará las misericordias de Jehová perpetuamente, y que de generación en generación hará notoria la fidelidad de Dios con su boca. ¿Qué harás con todo lo que Dios ha hecho por ti? Mi propuesta es que cantes del amor de Dios. Que cantes de ese amor que Dios tuvo por ti. Canta a Dios mientras caminas. Canta a Dios mientras haces ejercicios físicos. Canta a Dios mientras trabajas. Canta a Dios. Musicoterapia le dicen. Pero musicoterapia que eleva tu alma y desencadena sobre tu vida la vida de los cielos.
¿Qué tienes? ¿Tienes trabajo? Esa es una muestra del amor de Dios. ¿Tienes familia? Esa es una muestra del amor de Dios en tu vida. ¿Tienes hijos? ¿Estás acompañado? ¿Tienes una casa donde vivir? Aquí tienes motivos. Comienza ahora. Canta del amor de Dios para tu vida. ¿Existe un modo para pagarle a Dios por todo lo que ha hecho por ti? No, pero si puedes agradecerle. Canta al Señor de su amor. Canta en el transcurso de tu día del amor de Dios.

En lo imprevisto
¿Qué pasa si de repente tocan a tu puerta para comunicarte que se lleva en tu contra una demanda? Nos tocó en mi familia. A consecuencia del fallecimiento de mi padre algunos años atrás en un accidente carretero múltiple, le llega a mi madre una demanda de las compañías de seguros, provocando recuerdos dolorosos e incertidumbres por las leguleyas palabras de los abogados que escriben esas comunicaciones. Esto le provocó la suba de la tensión arterial de tal modo que debió ser atendida por médicos de emergencias. Temor, angustia.. ¿Te ha pasado esto? De repente la única que te escucha es tu almohada. A la noche gimes y lloras. Estás caminando y lo único que puedes hacer es clamar a Dios. ¿Te sucede? Pero al orar a Dios y al clamarle cuando estás allí con tu almohada, enredado y ahogado con “eso que no sale” que no es otra cosa que el gemir de tu espíritu, Dios escucha tu oración y te responde, cambia tu lamento en baile, desata tu cilicio y te viste de alegría. ¿Qué harás entonces? Canta y no te quedes callado. Canta a Dios por lo que ha hecho por ti. Alaba a Dios siempre.
Conversaba con un hermano de la congregación al que estos cambios de la economía global y los cambios de humor de aquellos que hacen inversiones, provocó que en su empresa comercial las cosas estén yendo para atrás. No le va como le gustaría. El pan de su día lo trae de allí. Esto le está complicando la vida. Él está en ese proceso. Y me decía: yo oro a Dios. Yo le clamo a él y en el devocional de cada mañana deposito mi confianza en Dios, y a todo el que encuentro le digo: ora, no dejes de orar. A él no se le resolvió todavía este problema. Pero está haciendo esto. ¿Porque? Porque él está cantando del amor de Dios. Sabe todo lo que Dios ya ha hecho en él y lo hará en ti y en todos aquellos que hagan lo mismo. Dios te sacará la atadura de amargura mientras te acompaña de la mano a vivir ese problema, a transcurrirlo hacia la etapa que Él quiere llevarte. Te desata esa carga, te saca la mochila. ¡Canta del amor de Dios para tu vida!.
El profeta Isaías escribe en el capítulo 53, verso 4, refiriéndose al Mesías lo siguiente: “ciertamente él llevo nuestras enfermedades y sufrió nuestros dolores. Y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados. El castigo de nuestra paz fue sobre él y por su llaga fuimos nosotros curados”. Qué hizo Dios cuando estabas en enfermedad? ¿Te levanto? ¿Hizo tu cama más suave? ¿Te dio ánimo? ¿Te sanó? Entonces canta del amor de Dios por esto.

Cuando se ofende a Dios
En el diario andar se cometen pecados. Pero hay ciertas oportunidades en la cual lo que se ha hecho tiene una carga emocional más grande que en otras oportunidades. Cometes un pecado, una falta, y sabes que Jesús estaba allí mientras lo cometías, mirándote. Entonces Dios que es bueno, que es amor, y que te creó con una conciencia, ésta te empieza a reprender y dice: no, no. arréglalo. David describe esta situación y dice: aun en las noches me enseña mi conciencia. Me reprende. Tanto te carcome que al fin decides acercarte a Dios. ¿Y qué hace Dios cuando te acercas a él? Perdona todas tus iniquidades y sana todas tus dolencias. Entonces canta del amor de Dios en tu vida.

Inseguridad
Días atrás escuchaba un comentario que en Buenos Aires había un grupo de vecinos que se expresaban a causa de la inseguridad de su zona de residencia que decían: ya no se puede vivir. No sabemos dónde vivir. ¿Alguien a pasado esta situación, esta circunstancias donde dices: que hago, a donde voy? ¿Quién me protege? Yo que estoy solo... Cuando entro... A la noche cualquier ruido te despierta y corres a controlar si las ventanas y puertas están bien cerradas. Controlas las alarmas...Mira lo escrito en el Salmo 55: “mi corazón esta dolorido dentro de mi y terrores de muerte sobre mi han caído. Temor y temblor ha venido sobre mi y terror me ha cubierto. Y dije: quien me diese alas como de paloma. Volaría yo, descansaría, ciertamente huiría lejos, moraría en el desierto”.
¿Te ha pasado algo similar? ¿Has deseado estar tan lejos de todos para al fin tener un poco de paz y de tranquilidad? Es posible. Pero no es la verdadera ni duradera solución. La solución está en el verso 22 que dice “hecha sobre Jehová tu carga y el te sustentará. No dejara para siempre caído al justo”. Hazlo y canta del amor de Dios. Canta del amor de Dios para tu vida.
Teresa de Jesús escribe:
Nada te turbe,
nada te espante.
Todo se pasa.
Dios no se muda.
La paciencia todo lo alcanza.
Quien a Dios tiene nada le falta.
Dios solo basta.


Un consejo apostólico
La carta de San Santiago en el capítulo 5, verso 13 dice: “esta alguno alegre cante alabanzas”. Pero yo no tengo motivo para estar alegre, podrás decir. Bien, aguarda un minuto y lee el Salmo 13 verso 5: “mas yo en tu misericordia he confiado. Mi corazón se alegrará en tu salvación. Cantaré a Jehová porque me ha hecho bien”. ¿Hoy no tienes motivos para estar alegre? Está bien. Pero recuerda lo que hizo Dios por ti. Busca en el fondo de tu memoria cual fue la misericordia que tuvo Dios contigo y canta del amor de Dios. Esto es lo que el apóstol San Juan hacía. Recordaba los grandes hechos de Dios en su vida y los contaba. ¿Que hizo Dios por ti? Lo que Dios hizo, lo que Dios modificó, lo que Dios transformó es amor puro hacia ti, por lo tanto canta del amor de Dios a tu vida.

Las decisiones
Dios es tu ayuda en la toma de decisiones. El Salmo 37 verso 5 dice: “encomienda a Jehová tu camino y confía en él y el hará”. ¿Dios respondió tus oraciones? ¿Le has encomendado tus estudios, tu trabajo, lo que debías realizar en la semana¿¿ Y a esa persona que tenias que visitar para solucionar ese problema?¿Dios lo arreglo? Canta del amor de Dios porque eso es amor puro dirigido hacia vos.
El Salmo 39 verso12 dice: “oye mi oración Jehová y escucha mi clamor. No calles ante mis lágrimas. No calles ante mis lagrimas es la petición”. Muchas veces en las relaciones de familia nos herimos unos a otros. Entre padres e hijos y entre los cónyuges se generan situaciones, miradas, actos que lastiman. Algunos lo expresan, pero otros no lo pueden decir y delante de Dios vierten sus lágrimas. El salmo 116 expresa: amo a Jehová porque ha oído mi voz y mis suplicas. Porque ha inclinado su oído a mí. Por tanto le invocare todos los días de mi vida, dice David luego de haber recibido la respuesta a su petición. ¿Te paso algo parecido? A mi sí. Pregúntenle a mi esposa. A ella le pasó. ¿Entonces qué hacer con esto? Cantar del amor de Dios para tu vida.
Las voces
A nuestra mente y a nuestros oídos llegan voces a diario. Voces que se dirigen a nosotros y quieren imponer su mensaje. Dios nos ha dado la capacidad de elegir qué retener de todo lo que entra. O sea, cada uno elige que voz oír. Tú decides que voz oír. Tú decides en cada momento a que voz prestarle atención para atesorar su mensaje.
Cuenta el libro de Samuel que un hombre grandote y bastante malo llamado Goliat, se paraba en tiempo de guerra frente al ejército de Israel por la mañana y por la tarde para desafiarlos a un combate singular y para maldecirlos, hasta que un muchacho llamado David decide enfrentarlo. Pero David oyó las palabras de Goliat que al tenerlo enfrente lo maldijo y lo despreció diciendo: ¿vos vas a venir en mi contra? ¿Vos? yo te voy a matar, a descuartizar, voy a dar tu cerebro para comida a los pájaros y tu carne a las bestias del campo. En otra oportunidad, cuando ya era rey, marchó con sus hombres a Jerusalén, a luchar contra lo jebuseos que moraban en esa tierra, y ellos desde la muralla de la ciudad le dijeron: “tu no entrarás acá, pues aun los ciegos y los cojos te echarán”. ¿Te han dicho algo parecido a esto? ¿Te dijeron tú vas a hacer eso? O ¡No lo vas a lograr!. ¡Cualquiera es mejor que tú! ¡Ni te lo creas!. En otra oportunidad David pregunta a sus consejeros si había aún con vida algún descendiente de su antecesor en el trono Saúl a fines de hacer con él misericordia. Y Siba respondió al Rey que aún queda un hijo de Jonatan, lisiado de pies. Piensa en esto: si quedó, le dice, pero es paralítico. ¿A ese le va a hacer misericordia? ¿Un paralítico comer a la mesa del rey? Si no vale para estar acá. ¿Te suena?
Mientras Nehemías trabajaba en la reconstrucción del muro de Jerusalén, sus vecinos le decían que lo que ellos edifican del muro de piedra, si subiere una zorra lo derribará. Lo que tú haces con tanto esfuerzo, que te levantas, que la peleas, que la luchas, no sirve para nada. Al primer problema se te vendrá todo abajo. Al primer cambio, chau, perdiste todo... Eso le decían. ¿Lo has escuchado ya?
Pero tú eliges que voz oír. Cuando los jebuseos le dijeron a David que no iba a entrar, tomó la fortaleza de Jerusalén y la hizo su ciudad capital. El decidió oír otra voz. Cuando Goliat le dijo yo te voy a matar, tú no vas a poder contra mí, David eligió oír otra voz y le respondió: “yo vengo en el nombre de Jehová y a vos te voy a destruir... Cuando Nehemías escucho la voz de sus enemigos, el se aferró a Dios y terminaron el muro en tiempo record y a causa de eso todos tuvieron miedo. ¿Porque? Porque ellos eligieron qué voz oír, y en todos estos ejemplos la voz a oír fue la de Dios. Elige oír las promesas de Dios. Elige oír la voz del que está y te ayuda y te dice: “yo soy el Dios que te sostiene, mis misericordias son nuevas ahora, y a partir de mañana a las 6 o a las 3 y media van a ser nuevas también. Por lo tanto ¿qué vas a hacer con esto? ¡Canta del amor de Dios que tiene para tu vida! Porque la gran promesa de Dios es que los montes se moverán y los collados temblaran, pero no se apartara de ti su misericordia, ni el pacto de su paz se quebrantara dijo Jehová, el que tiene misericordia de ti”. Entonces ¿qué vas a hacer con esto? Bendice a Jehová en todo tiempo, su alabanza esté de continuo en tu boca, en Jehová se gloríe tu alma, lo oigan los mansos y se alegren. Engrandece a Jehová conmigo y exaltemos a una su nombre. Buscaste a Jehová y él te oyó y te libro de todos tus temores.
Canta del amor de Dios cada día y en cada momento. Lo que has visto y oído tocante a Jesucristo, eso canta.

Elbio R. Lezchik

AMOR DE PADRE - ENSAYO



AMOR DE PADRE - Ensayo

Al hablar del cariño, del afecto, de las relaciones tiernas o del amor filial, es habitual recurrir a la figura de la madre. El amor de una madre es el más exteriorizado y ellas no se sonrojan al demostrarlo, sino que se apasionan en brindarlo a sus hijos abiertamente y efusivamente aunque el nene tenga pelos de medio metro en las piernas y esté acompañado por su novia. Pero al amor de padre, por causas culturales o tradicionales o de familia, o de vaya usted a saber por qué, los varones lo tenemos un poco escondido, como de incógnito, como si lo ahorrásemos para usar más tarde.
El amor es la esencia de Dios, él es amor, él es el inventor del amor y al crearnos decidió compartir con nosotros su amor, seamos de uno u otro sexo, colocándolo en nuestros sentimientos para que sintamos hacia los nuestros lo mismo que él siente por nosotros, para dejarnos ejemplo en nosotros mismos de quién es él.
A causa de los conflictos armados en medio oriente, nos llegan casi a diario imágenes de muertes, de casas destruidas, de familias arrasadas. Y llama la atención que en varias de ellas se retrata a padres llorando desconsoladamente por la muerte de sus hijos y seres queridos. Estas imágenes contrastan con nuestra cultura, pues en situaciones de pérdidas de hijos en forma violenta, generalmente se retrata a la madre para dar fuerza visual a esa situación desgarradora. Tal vez esto esté relacionado con la herencia dejada por nuestros mayores que nos inculcaban que los hombres no lloran, que debemos ser de acero.
En una ocasión Jesús se dirige a un grupo de hombres y les pregunta si había alguno entre ellos que era capaz de darle a su hijo una piedra si le pedía un trozo de pan. Papá, les dice Jesús, ¿le negarías a tu hijo lo que necesita?
Los papás, hacemos varias cosas por nuestros hijos. Nos levantamos todos los días para trabajar. Jugamos con ellos, los acompañamos al colegio en sus distintas etapas. Los acompañamos en algún viaje de estudios. Los cuidamos. Los alzamos. Los ponemos sobre nuestros hombros. Vamos caminando y los tomamos de la mano, o cuando son más pequeños, le damos un dedo pues con ese alcanza. Al levantarnos de noche nos fijamos si duermen bien tapados, o si están enfermos estamos ahí para controlarlos y cuidarlos. Los papás, podemos resumir, hacemos las cosas que nos piden, siempre y cuando sean coherentes, como cuando quieren que les compremos alguna prenda de moda o alguna golosina favorita. Hacemos cosas que no nos piden y suelen proferir regaños como cuando los enviamos al colegio, los levantamos temprano y les enseñamos conductas y rutinas. Y hacemos cosas que sabemos que necesitan, independientemente que nos la pidan o no.
Sabemos cuando tienen que comer, que alimentos darle, como deben equilibrar la comida. Si les debemos o no comprar ropa, o si les quedan chicos los zapatos. Si nosotros como papás sabemos dar estas cosas a nuestros hijos, ¿cuánto más nuestro Padre que está en los cielos? Y eso querido, es verdadero y puro amor de padre.
Buscando algunas características de Dios como padre es sorprendente saber que él sabe todo de mí y sabe todo sobre ti. Sabe todo de todo. ¿Qué diría la persona que vive más cerca de ti, la que convive desde hace muchos años contigo si se le interroga sobre tu vida, tu pasado, tus gustos y disgustos? Develaría detalles que hasta a ti te asombrarán, pero seguro que le faltará decir todos tus pensamientos secretos y todos tus dolores ocultos, pues las alegrías generalmente son compartidas con los que nos rodean, pero los secretos, secretos quedan. Pero Dios sabe todo. Papá Dios sabe cuando estás sentado, sabe cuando estás parado, sabe si te levantas temprano o si dormiste la siesta. Sabe en qué postura estás mientras lees esto. Papá Dios sabe qué piensas sobre cada tema, no se le escapa nada. A tal punto nos conoce que hasta tiene contados todos nuestros cabellos. Fíjate que detalle ínfimo, pero es un detalle que demuestra que nada carece de significado para quien te ama. Al momento de tener a su hijo en brazos luego de nacer, la mamá comienza a mirarlo detenidamente, acaricia su cabecita, se asombra por la cantidad de pelo con la que nació. Recorre sus bracitos y cuenta los dedos de su manito. Admira sus rollizos muslos y se divierte viendo las pequeñas uñas en los diminutos dedos de los pies. ¿Cuánto más con amor y deleite, papá Dios te miró y memorizó todas tus características? ¿Cuántos cabellos tienes en tu cabeza?, ¿y en la barba? Tu madre no lo sabe, pero papá Dios los conoce a todos y los va contando mientras se caen y dice: 9 menos... Te conoce. Pero te conoce desde antes que fueses formado en el vientre de tu madre. Esto es tan grande y tan importante que si llegas a entender la totalidad de este concepto, habrás entendido que no naciste por casualidad sino que Dios te quiere para que seas de bendición en el lugar donde estás, porque al saber Dios que tú ibas a existir y que serías hijo de los padres que tienes decidió un futuro con propósito para ti. No el propósito al estilo: “ y nació y fue útil”. No, esa no es la idea. Dios te dotó de características y habilidades para que se diga de ti: “ nació, creció, se desarrolló plenamente, disfrutó, y fue de bendición”. Porque no eres el fruto de un error ni de un descuido. No naciste como consecuencia de que alguien no tomó un anticonceptivo, ni la píldora del día después, o no usó preservativo. No. Dios sabía que nacerías ese día en el lugar que lo hiciste. Y esto es puro amor de Padre concentrado. Dios lo planeó para ti.
Yo estuve en la sala de parto en el momento de nacer de cada uno de mis tres hijos. Yo vi como el médico trabajaba y manipulaba la cabecita de ellos mientras nacían. Y de modo similar, papá Dios se preocupó y puso toda su atención en ti y te acompañó a enfrentar el ambiente externo al vientre que te contuvo durante el embarazo. No estuviste solo. Él te metió en el mundo, él te saco del vientre, él te presentó al mundo. Y aun más. Papá Dios no dice: “…pero ya eres grande, tienes edad suficiente para valértelas por ti solo...” Al contrario, está siempre a nuestro lado tomándonos de la mano para que no tropecemos y caigamos, para que nos sintamos acompañados en los malos tiempos, para que no estemos solos en los momentos de miedo, nos demos cuenta o no. Y eso es amor de padre. Un amor que por nuestra conducta puede estar desdibujado, pero que no se le olvida a Dios. No se le olvida porque te ama. Papá Dios nos da lo que necesitamos sin importar si lo merecemos.
Miguel y Nicolás atienden una sucursal de la empresa de venta de ropa y telas en el pueblo del interior provincial donde nacieron y donde Iván, su padre, construyó su nombre y capital. Una tarde se le acerca un policía amigo y le pregunta: Don Iván, ¿sabe que sus hijos recién se subieron al colectivo que va a la capital con grandes bolsos? Me llamó la atención que usted no estuviera allí. Don Iván se dirige al comercio que atendían sus hijos y lo encuentra cerrado. Al abrirlo nota que falta mercadería y todo el dinero de la caja y el que se había escondido para la reposición de lo vendido. El colectivo hace una parada en la ciudad próxima y don Iván se dirige en su vehículo hasta allí. Lo encuentra justo antes de retomar su camino, sube al colectivo, con ojos nerviosos busca el rostro de sus hijos hasta que los encuentra. Se dirige a ellos y con voz quebrada les tiende un sobre. Tomen, les dice, con lo que llevaron no les va a alcanzar para iniciar nada. Con este dinero les será más fácil. Don Iván desciende y los deja continuar su camino.
Jesús, al hablar del amor de Dios, dice que él dispone el orden natural para hacer salir el sol sobre los malos y los buenos. ¡Cuántas veces quisiéramos que sobre algunos no les amanezca! Pero Dios sabe que ese malo necesita que le amanezca. El amor de mi padre, continua diciendo Jesús, hace llover sobre el campo de los justos y también de los injustos. Y aquellos que dependen de las estaciones y de las lluvias para sus labores, o los que vivimos en las ciudades y dependemos de la energía hidroeléctrica y del agua contenida en las represas para beber, sabemos que necesitamos que llueva. Dios se preocupa por ti que eres bueno para que llueva en las montañas y el agua corra en los ríos. Para que llueva en el campo y la semilla se pudra, muera y comience a dar el fruto que los que son buenos necesitan para comer. Dios se ocupa de que llueva sobre ese buen campesino, sobre ese buen cristiano. Pero también sobre ese malo, sobre ese mal vecino. Ese también necesita de la lluvia. Ese asesino, ese violador, esa persona atroz necesita de la lluvia, del alimento, del agua, de la energía hidroeléctrica. Y por más que se lo juzgue y se lo declare indigno y no merecedor de estas cosas, Dios, por su amor de padre, hace que lo tenga porque lo necesita. Por amor a ti, por amor a él, por amor a mí.
Adán y Eva fueron dos personas que se equivocaron feo. Y por culpa de ellos somos lo que somos y estamos donde estamos. Cuando ellos desobedecen a Dios, por causa de esa actitud los echa de Edén. No podían seguir allí. No les correspondía. Perdieron ese lugar. Pero estaban desnudos y fuera del Edén, fuera del lugar especialmente construido para ellos, necesitaban ropa que los abrigue. Y a pesar de que ellos fueron malos, desobedientes y mentirosos, Dios les dio ropa. ¿Por qué? Porque la necesitaban.
Papá Dios es un Dios de misericordias, palabra que tiene el significado de dar a alguien lo que necesita sin importar si lo merece. O si toda una multitud de personas lo merecen como es el caso de los hebreos durante los cuarenta años de peregrinación por el desierto del Sinaí. Los hebreos eran unos cabezas duras y rebeldes totales. Y cuando escribo esto no dejo de pensar en una persona que me persigue y veo continuamente en el reflejo de los vidrios delante de los cuales paso y que hasta me ha parecido verla hoy en el espejo del baño antes de lavarme la cara. Pero el caso es que esos hebreos necesitaban comer. Entonces, a pesar de que día a día seguían rebeldes, día a día amanecía y tenían el maná, y cuando necesitaban agua, Dios se la proveía. Amor de padre. Es amor que no se fija si el hijo lo merece o no lo merece. ¿Lo necesita? Como lo ama, se lo da.
Dios te tiene preparada sorpresas que te asombrarán, pues le gusta sorprender con pequeños detalles para mimosearte. ¿Cómo andas de tus pies luego de trajinar todo el día? Las botas no quieren salir, hay que hacer fuerza para sacarlas. ¿Cómo sientes tus pies? Tal fue el detalle del amor y la misericordia de Dios hacia los hebreos que se preocupó que los pies no se les hinchasen durante toda la travesía, o sea, cuatrocientos ochenta meses, ni que envejeciese su calzado. A mí eso no se me hubiera ocurrido, pero Dios sabía que no podrían estar en el desierto, ni caminar lo que tenían que caminar, si empezaban con problemas en sus pies, o andaban descalzos, pues pesar de su rebeldía y falta de amor a Dios, ellos iban a llegar a donde debían llegar. Por lo tanto Dios se fue anticipando y les fue resolviendo sus situaciones adversas. ¿Se dieron cuenta de este trato? No, pero a papá Dios no le importó. Lo hizo por amor. Fíjate en esos detalles. No necesitaban ir al zapatero, no se les rompía la correa, no se les hizo un agujero en la suela. Puro amor de padre concentrado dando lo que ellos necesitaban sin importar si lo merecían o no. Eso es lo que Jesús resume y les dice al exclamar: ¡cuanto más nuestro padre que está en los cielos! Si ustedes siendo malos hacen bien y se preocupan por sus hijos, ¿cuánto más mi papá que está en los cielos hará con ustedes?
¿Cuánto más? Las navidades lo cuentan. Las Pascuas lo afirman. Dios no cambió de opinión y envió a la muerte a Jesús para que resucite y tengas al alcance de un ¡si! la vida eterna junto a papá Dios. Eso es amor de padre. Todas las cosas desde antes del principio de las edades, y desde antes que comiencen a contarse las edades, Dios las pensó y las diseñó por nosotros, porque nos ama.
Jesús decidió obedecer y darse por ti, decidió cumplir lo que papá Dios le decía porque conocía el final, porque conoce el final, porque te quiere. ¿Cuánto más? Reza en este momento a papá Dios que te está esperando. Ora a Dios, porque todo lo que la historia cuenta que hizo, lo hará por ti en el momento que sea necesario.
¿Cuánto más? Está dispuesto a vivir en ti desde ahora y para siempre. Solo pídeselo.
¿Cuánto más? Ahora te toca a
ti.

Elbio R. Lezchik