AMOR DE PADRE - Ensayo
Al hablar del cariño, del afecto, de las relaciones tiernas o
del amor filial, es habitual recurrir a la figura de la madre. El amor de una
madre es el más exteriorizado y ellas no se sonrojan al demostrarlo, sino que
se apasionan en brindarlo a sus hijos abiertamente y efusivamente aunque el
nene tenga pelos de medio metro en las piernas y esté acompañado por su novia.
Pero al amor de padre, por causas culturales o tradicionales o de familia, o de
vaya usted a saber por qué, los varones lo tenemos un poco escondido, como de
incógnito, como si lo ahorrásemos para usar más tarde.
El amor es la esencia de Dios, él es amor, él es el inventor del amor y al
crearnos decidió compartir con nosotros su amor, seamos de uno u otro sexo,
colocándolo en nuestros sentimientos para que sintamos hacia los nuestros lo
mismo que él siente por nosotros, para dejarnos ejemplo en nosotros mismos de
quién es él.
A causa de los conflictos armados en medio oriente, nos llegan
casi a diario imágenes de muertes, de casas destruidas, de familias arrasadas.
Y llama la atención que en varias de ellas se retrata a padres llorando
desconsoladamente por la muerte de sus hijos y seres queridos. Estas imágenes
contrastan con nuestra cultura, pues en situaciones de pérdidas de hijos en
forma violenta, generalmente se retrata a la madre para dar fuerza visual a esa
situación desgarradora. Tal vez esto esté relacionado con la herencia dejada
por nuestros mayores que nos inculcaban que los hombres no lloran, que debemos
ser de acero.
En una ocasión Jesús se dirige a un grupo de hombres y les
pregunta si había alguno entre ellos que era capaz de darle a su hijo una
piedra si le pedía un trozo de pan. Papá, les dice Jesús, ¿le negarías a tu
hijo lo que necesita?
Los papás, hacemos varias cosas por nuestros hijos. Nos levantamos todos los
días para trabajar. Jugamos con ellos, los acompañamos al colegio en sus
distintas etapas. Los acompañamos en algún viaje de estudios. Los cuidamos. Los
alzamos. Los ponemos sobre nuestros hombros. Vamos caminando y los tomamos de
la mano, o cuando son más pequeños, le damos un dedo pues con ese alcanza. Al
levantarnos de noche nos fijamos si duermen bien tapados, o si están enfermos
estamos ahí para controlarlos y cuidarlos. Los papás, podemos resumir, hacemos
las cosas que nos piden, siempre y cuando sean coherentes, como cuando quieren
que les compremos alguna prenda de moda o alguna golosina favorita. Hacemos
cosas que no nos piden y suelen proferir regaños como cuando los enviamos al
colegio, los levantamos temprano y les enseñamos conductas y rutinas. Y hacemos
cosas que sabemos que necesitan, independientemente que nos la pidan o no.
Sabemos cuando tienen que comer, que alimentos darle, como deben
equilibrar la comida. Si les debemos o no comprar ropa, o si les quedan chicos
los zapatos. Si nosotros como papás sabemos dar estas cosas a nuestros hijos,
¿cuánto más nuestro Padre que está en los cielos? Y eso querido, es verdadero y
puro amor de padre.
Buscando algunas características de Dios como padre es
sorprendente saber que él sabe todo de mí y sabe todo sobre ti. Sabe todo de
todo. ¿Qué diría la persona que vive más cerca de ti, la que convive desde hace
muchos años contigo si se le interroga sobre tu vida, tu pasado, tus gustos y
disgustos? Develaría detalles que hasta a ti te asombrarán, pero seguro que le
faltará decir todos tus pensamientos secretos y todos tus dolores ocultos, pues
las alegrías generalmente son compartidas con los que nos rodean, pero los
secretos, secretos quedan. Pero Dios sabe todo. Papá Dios sabe cuando estás
sentado, sabe cuando estás parado, sabe si te levantas temprano o si dormiste
la siesta. Sabe en qué postura estás mientras lees esto. Papá Dios sabe qué
piensas sobre cada tema, no se le escapa nada. A tal punto nos conoce que hasta
tiene contados todos nuestros cabellos. Fíjate que detalle ínfimo, pero es un
detalle que demuestra que nada carece de significado para quien te ama. Al
momento de tener a su hijo en brazos luego de nacer, la mamá comienza a mirarlo
detenidamente, acaricia su cabecita, se asombra por la cantidad de pelo con la
que nació. Recorre sus bracitos y cuenta los dedos de su manito. Admira sus
rollizos muslos y se divierte viendo las pequeñas uñas en los diminutos dedos
de los pies. ¿Cuánto más con amor y deleite, papá Dios te miró y memorizó todas
tus características? ¿Cuántos cabellos tienes en tu cabeza?, ¿y en la barba? Tu
madre no lo sabe, pero papá Dios los conoce a todos y los va contando mientras
se caen y dice: 9 menos... Te conoce. Pero te conoce desde antes que fueses
formado en el vientre de tu madre. Esto es tan grande y tan importante que si
llegas a entender la totalidad de este concepto, habrás entendido que no
naciste por casualidad sino que Dios te quiere para que seas de bendición en el
lugar donde estás, porque al saber Dios que tú ibas a existir y que serías hijo
de los padres que tienes decidió un futuro con propósito para ti. No el
propósito al estilo: “ y nació y fue útil”. No, esa no es la idea. Dios te dotó
de características y habilidades para que se diga de ti: “ nació, creció, se
desarrolló plenamente, disfrutó, y fue de bendición”. Porque no eres el fruto
de un error ni de un descuido. No naciste como consecuencia de que alguien no
tomó un anticonceptivo, ni la píldora del día después, o no usó preservativo.
No. Dios sabía que nacerías ese día en el lugar que lo hiciste. Y esto es puro
amor de Padre concentrado. Dios lo planeó para ti.
Yo estuve en la sala de parto en el momento de nacer de cada uno
de mis tres hijos. Yo vi como el médico trabajaba y manipulaba la cabecita de
ellos mientras nacían. Y de modo similar, papá Dios se preocupó y puso toda su
atención en ti y te acompañó a enfrentar el ambiente externo al vientre que te
contuvo durante el embarazo. No estuviste solo. Él te metió en el mundo, él te
saco del vientre, él te presentó al mundo. Y aun más. Papá Dios no dice: “…pero
ya eres grande, tienes edad suficiente para valértelas por ti solo...” Al
contrario, está siempre a nuestro lado tomándonos de la mano para que no
tropecemos y caigamos, para que nos sintamos acompañados en los malos tiempos,
para que no estemos solos en los momentos de miedo, nos demos cuenta o no. Y
eso es amor de padre. Un amor que por nuestra conducta puede estar desdibujado,
pero que no se le olvida a Dios. No se le olvida porque te ama. Papá Dios nos
da lo que necesitamos sin importar si lo merecemos.
Miguel y Nicolás atienden una sucursal de la empresa de venta de
ropa y telas en el pueblo del interior provincial donde nacieron y donde Iván,
su padre, construyó su nombre y capital. Una tarde se le acerca un policía
amigo y le pregunta: Don Iván, ¿sabe que sus hijos recién se subieron al
colectivo que va a la capital con grandes bolsos? Me llamó la atención que
usted no estuviera allí. Don Iván se dirige al comercio que atendían sus hijos
y lo encuentra cerrado. Al abrirlo nota que falta mercadería y todo el dinero
de la caja y el que se había escondido para la reposición de lo vendido. El
colectivo hace una parada en la ciudad próxima y don Iván se dirige en su
vehículo hasta allí. Lo encuentra justo antes de retomar su camino, sube al
colectivo, con ojos nerviosos busca el rostro de sus hijos hasta que los
encuentra. Se dirige a ellos y con voz quebrada les tiende un sobre. Tomen, les
dice, con lo que llevaron no les va a alcanzar para iniciar nada. Con este
dinero les será más fácil. Don Iván desciende y los deja continuar su camino.
Jesús, al hablar del amor de Dios, dice que él dispone el orden
natural para hacer salir el sol sobre los malos y los buenos. ¡Cuántas veces
quisiéramos que sobre algunos no les amanezca! Pero Dios sabe que ese malo
necesita que le amanezca. El amor de mi padre, continua diciendo Jesús, hace
llover sobre el campo de los justos y también de los injustos. Y aquellos que
dependen de las estaciones y de las lluvias para sus labores, o los que vivimos
en las ciudades y dependemos de la energía hidroeléctrica y del agua contenida
en las represas para beber, sabemos que necesitamos que llueva. Dios se
preocupa por ti que eres bueno para que llueva en las montañas y el agua corra
en los ríos. Para que llueva en el campo y la semilla se pudra, muera y
comience a dar el fruto que los que son buenos necesitan para comer. Dios se
ocupa de que llueva sobre ese buen campesino, sobre ese buen cristiano. Pero
también sobre ese malo, sobre ese mal vecino. Ese también necesita de la
lluvia. Ese asesino, ese violador, esa persona atroz necesita de la lluvia, del
alimento, del agua, de la energía hidroeléctrica. Y por más que se lo juzgue y
se lo declare indigno y no merecedor de estas cosas, Dios, por su amor de
padre, hace que lo tenga porque lo necesita. Por amor a ti, por amor a él, por
amor a mí.
Adán y Eva fueron dos personas que se equivocaron feo. Y por
culpa de ellos somos lo que somos y estamos donde estamos. Cuando ellos
desobedecen a Dios, por causa de esa actitud los echa de Edén. No podían seguir
allí. No les correspondía. Perdieron ese lugar. Pero estaban desnudos y fuera
del Edén, fuera del lugar especialmente construido para ellos, necesitaban ropa
que los abrigue. Y a pesar de que ellos fueron malos, desobedientes y
mentirosos, Dios les dio ropa. ¿Por qué? Porque la necesitaban.
Papá Dios es un Dios de misericordias, palabra que tiene el
significado de dar a alguien lo que necesita sin importar si lo merece. O si
toda una multitud de personas lo merecen como es el caso de los hebreos durante
los cuarenta años de peregrinación por el desierto del Sinaí. Los hebreos eran
unos cabezas duras y rebeldes totales. Y cuando escribo esto no dejo de pensar
en una persona que me persigue y veo continuamente en el reflejo de los vidrios
delante de los cuales paso y que hasta me ha parecido verla hoy en el espejo
del baño antes de lavarme la cara. Pero el caso es que esos hebreos necesitaban
comer. Entonces, a pesar de que día a día seguían rebeldes, día a día amanecía
y tenían el maná, y cuando necesitaban agua, Dios se la proveía. Amor de padre.
Es amor que no se fija si el hijo lo merece o no lo merece. ¿Lo necesita? Como
lo ama, se lo da.
Dios te tiene preparada sorpresas que te asombrarán, pues le
gusta sorprender con pequeños detalles para mimosearte. ¿Cómo andas de tus pies
luego de trajinar todo el día? Las botas no quieren salir, hay que hacer fuerza
para sacarlas. ¿Cómo sientes tus pies? Tal fue el detalle del amor y la
misericordia de Dios hacia los hebreos que se preocupó que los pies no se les
hinchasen durante toda la travesía, o sea, cuatrocientos ochenta meses, ni que
envejeciese su calzado. A mí eso no se me hubiera ocurrido, pero Dios sabía que
no podrían estar en el desierto, ni caminar lo que tenían que caminar, si
empezaban con problemas en sus pies, o andaban descalzos, pues pesar de su
rebeldía y falta de amor a Dios, ellos iban a llegar a donde debían llegar. Por
lo tanto Dios se fue anticipando y les fue resolviendo sus situaciones
adversas. ¿Se dieron cuenta de este trato? No, pero a papá Dios no le importó.
Lo hizo por amor. Fíjate en esos detalles. No necesitaban ir al zapatero, no se
les rompía la correa, no se les hizo un agujero en la suela. Puro amor de padre
concentrado dando lo que ellos necesitaban sin importar si lo merecían o no.
Eso es lo que Jesús resume y les dice al exclamar: ¡cuanto más nuestro padre
que está en los cielos! Si ustedes siendo malos hacen bien y se preocupan por
sus hijos, ¿cuánto más mi papá que está en los cielos hará con ustedes?
¿Cuánto más? Las navidades lo cuentan. Las Pascuas lo afirman.
Dios no cambió de opinión y envió a la muerte a Jesús para que resucite y
tengas al alcance de un ¡si! la vida eterna junto a papá Dios. Eso es amor de
padre. Todas las cosas desde antes del principio de las edades, y desde antes
que comiencen a contarse las edades, Dios las pensó y las diseñó por nosotros,
porque nos ama.
Jesús decidió obedecer y darse por ti, decidió cumplir lo que
papá Dios le decía porque conocía el final, porque conoce el final, porque te
quiere. ¿Cuánto más? Reza en este momento a papá Dios que te está esperando.
Ora a Dios, porque todo lo que la historia cuenta que hizo, lo hará por ti en
el momento que sea necesario.
¿Cuánto más? Está dispuesto a vivir en ti desde ahora y para
siempre. Solo
pídeselo.
¿Cuánto más? Ahora te toca a ti.
Elbio R. Lezchik